sábado, 5 de diciembre de 2015

Milagro en Navidad.

Era Navidad y el frío de la calle 
por una puerta mal cerrada se nos metió en la casa.

¡ Ven, me dijiste, que no nos oigan !

Y como una loba en celo defendiendo su guarida
me arrastraste hasta la alcoba.

¡ Que frías tenías las manos
cuando dijiste perdona !

Pero tus ojos ¡ Ay tus ojos !
como ventanas del alma,
me dejaron ver el fuego que te ardía en las entrañas.

Tus lagos azules, tus valles umbríos,
tus cimas más altas....
Todo lo vi a través de esas ventanas;

y al roce de tus labios,
como se funde la roca,
se fundieron los agravios
en el volcán de tu boca.

No grité mi alegría para que no nos oyeran
y no lloré... Por verguenza. 

Al niño de nuestro Belén
se le escapó una sonrisa
pero tú no te diste cuenta.

No sé quien apagó la luz,
ni por qué se cerró la puerta;
solo vi en la penumbra 
que las sábanas volaron como un bando de palomas.