viernes, 25 de enero de 2013

Pesadilla. ***

Anoche subí los peldaños
de esa escalera tan larga
por donde suben los sueños
y las tristezas del alma.

Me asomé a esa ventana
por donde pasa la vida;
y  pasaron murmurando:
La soberbia, la injusticia, la mentira...
"Todas seremos iguales,
algún día "

¿Y el amor... ? Pregunté yo.
El amor también iba.

Entonces regresé llorando
entre escombros y cenizas
y a solas con mi almohada,
enjugué mi llanto.

Ordenando mi casa. **

Como Jesús el galileo
se acercó hasta Betania
para decirle a su amigo:

¡ Levántate y anda !

Bajé yo hasta mis sótanos
con un candil encendido
y les dije a mis fantasmas:

¡ Venid conmigo !

Después en la planta baja,
donde vivo cada día,
he abierto las ventanas
y he cerrado los cajones
donde guardo mis desdichas.

Pero para llegar arriba,
tendré que arreglar los peldaños
que han destruido los años.

Allí guardo las ilusiones;
mis sueños inconfesables...

Y en un rincón de la azotea,
mis palomas mensajeras;
las que si me ven llorar,
me traen en sus patitas
recados de las estrellas.

martes, 8 de enero de 2013

LA CASA DE MI ABUELO ( SIN )

Por la ladera del monte
corrían, llenas de barbos,
las aguas del Río Tajo
sobre juncos y canchales.

En el horizonte cercano,
entre alcornoques y encinas,
en un pequeño rellano,
se veían las casitas
donde nació mi madre;
todas pintadas de blanco.

Una racha de aire frasco
me acercaba los aromas
de tomillos y jarales,
hasta la angosta ventana
que después de tantos años
se había abierto en mi alma.

¡ Iba tan ilusionado
al reencuentro con mi infancia !

Pasaron pocos minutos;
ya tocaba con las manos
el pasado y mi añoranza;
y en lo alto, apoyadas en las tejas
se veían de la Iglesia sus campanas.

Estábamos en el pueblo.

Recorrí " La calle Larga "
que me llevó hacia la Plaza
y agarrado a mis recuerdos
caminé hasta la casa.

La casona de mi abuelo
había perdido su prestancia
y el paso de los años
la había dejado más baja.

Ví el patio, el limonero
y el pozo con agua clara
¡ Lo hallé todo tan pequeño !

No encontré ningún objeto
ni ecos que recordara
y salí entristecido
perseguido por fantasmas.

La brisa de la mañana
me devolvió a la realidad
arañándome en la cara;
y corrí hacia mi coche
dejando atrás para siempre
un trocito de mi infancia;

y sujetando un suspiro,
regresé despacio a casa.