Hoy han venido a jugar con mis recuerdos
los duendecillos de nuestra infancia.
¡ Eramos tan felices y la vida era tan sencilla !
Aquel sol amarillo hacía la siesta en los tejados
esperando que la noche llegara desde el monte
y encendiera las luces de la calle.
¡ Ay aquellas noches de verano ! ¿ Recuerdas ?
Sentados en corrillos hablábamos y hablábamos.
Tendríamos diez o doce años y nos creíamos mayores,
pero reíamos por todo y llorábamos por nada.
Aquella estrella que brilla tanto, te decía,
cuando la miro, viene a mis sueños y habla conmigo.
Esa estrella, decías tú , es una lámpara muy blanca
que está colgada por un hilo
y no se mueve, que yo la veo desde mi ventana;
¡ Cuánto daño me hacían tus palabras !
¿Pero qué importaba eso ?, tú eras así;
el amigo fiel que afinaba los acordes de mi alma.
La otra vida, la de los adultos, pasaba a nuestro lado
en silencio, sin hacer ruido.
Pero la nuestra estaba allí, en nuestro barrio;
sentada en las aceras o corriendo por las calles.
Ahora después de sesenta años sin saber de tí,
esos duendecillos han removido los recuerdos
y aflora a mi mente lo vivido;
para que si tu lo quieres
y usando tus contactos,
hagamos el milagro
y busquemos juntos,
aunque sea desde tu ventana,
nuestra querida estrella de la infancia.
martes, 25 de enero de 2011
sábado, 15 de enero de 2011
Para no despertarte. **
Cuando quiero alcanzar con las manos
esos sueños que volaron tan alto
desde el nido que les hice en mi pecho;
entonces, muero en mis versos.
Cuando busco el calor de un abrazo
y escuchar palabras de amor;
si solo encuentro frío y silencio;
entonces, muero en mis versos.
Pero si tú, poeta que vive en mi alma,
cansado de buscar un refugio,
sueñas que unos brazos te estrechan
y escuchas un dulce susurro.
Si encuentras tus sueños perdidos;
entonces dejo mi pluma, me levanto
y para no despertarte me alejo en silencio.
esos sueños que volaron tan alto
desde el nido que les hice en mi pecho;
entonces, muero en mis versos.
Cuando busco el calor de un abrazo
y escuchar palabras de amor;
si solo encuentro frío y silencio;
entonces, muero en mis versos.
Pero si tú, poeta que vive en mi alma,
cansado de buscar un refugio,
sueñas que unos brazos te estrechan
y escuchas un dulce susurro.
Si encuentras tus sueños perdidos;
entonces dejo mi pluma, me levanto
y para no despertarte me alejo en silencio.
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