domingo, 6 de mayo de 2012

Una tarde cualquiera. **

Sentados al calor del brasero
en la mesa camilla;
Ella, hilvanando sus recuerdos
con la mirada perdida,
se afanaba en silencio
en enhebrar la aguja.
El, con los ojos cerrados,
pasaba páginas y páginas
hasta encontrarla.
Su primera cita,
su primer beso,
su amigo de la calle,
el colegio
y la niña morena
a la que escribía versos,
todavía.

Como cada tarde,
el tiempo que pasó tan deprisa,
ahora,
en aquella habitación se detenía.
Te estás durmiendo;
le dijo Ella.
El la miró con ternura.
Ella hacía que cosía
y como cada tarde,
al otro lado de la ventana
se movía la vida.

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