martes, 17 de marzo de 2015

Ya era muy viejecita.De jose Angel Buesa.




Ya era muy viejecita... Y un año y otro año

se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.


Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.


Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.


Se fue quedando sola, sola... sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.


Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel "hasta pronto" que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.


Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.

Ya todos la olvidaron. Ahora sí que se ha ido,
pero, sobre las rosas de la tumba reciente,

florecía el recuerdo más allá del olvido…

Yo era el hosco, el ausente.


Qué le importa a la noche que se apague una estrella,

si el mar sigue cantando cuando pierde una ola.

Ya están secos los ojos que lloraron por ella.

Ya se ha quedado sola.


Ahora ya sigue, sola, su viaje hacia el espanto,

por las noches profundas, bajo el cielo inclemente.

Ya nadie me reprocha que no lloré aquel llanto,

que fui el hosco, el ausente…



Ya nadie le disputa su silencio y su sombra,
sobre todo su sombra, bajo la luz del día.
Ya todos la olvidaron, Señor. Nadie la nombra.
Yo la recuerdo todavía…










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