domingo, 17 de septiembre de 2017

La mendiga de mi calle.

La mendiga de mi calle
es menuda como una alondra.

Solo tiene treinta años
y parece la más vieja del barrio.

No tiene malos sentimientos,
ni mala lengua, ni malas artes.
Solo tiene hambre.

Sus ojos, antes cráteres encendidos,
ahora son lagos profundos
donde se muere la tarde.

Todos los días la veo
acurrucada en la acera,
pero no reparo en ella
por esa costumbre de verla
como parte del paisaje.

Vosotros podeis mirarla,
pasar cerca o deteneros a su lado
porque es inofensiva y discreta.

Pero si levanta la cabeza
y extiende su mano suplicante,
entonces se vuelve peligrosa
¡ Huid, volved a vuestras cosas,
pasad de largo !

O se meterá en vuestras vidas
y sus ojos serán como puñales.

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