El verde del campo, solo hierba.
No suena el acento
de la encina.
El sol, una rueda
de amarillos.
Y la tierra,
un prosaico traspiés
para pisarla.
El almendro,
un árbol sin alondra.
El cerezo,
una balada interrumpida.
Mi alma, un desaliento,
una queja altiva.
Y todo el universo
una quimera de sueños
revivida.
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