Nos miramos un instante
y dejó de correr el tiempo.
Ella me ofreció su mejilla,
roja y de caramelo;
y yo mi cuaderno de sueños.
Entonces se paró la Tierra
a contemplar mi embeleso
y todo lo bello del mundo
tuvo celos de lo nuestro.
Quise decirle " te quiero "
pero ahogaron las palabras
los tambores de mi pecho
y se alejó de mi vida
por esos caminos tan negros.
Yo la seguí día a día,
año a año, verso a verso
y así nos hicimos viejos.
Hoy somos dos extraños
que caminan de la mano
en el recuerdo.
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