Mi niña, cuando te sueño
noto que vuelco mi alma
en tu sendero de plata,
bebo tu pisar sereno
recreo nubes rosadas
con bellones entreabiertos,
como si tus manos blancas
penaran un desencuentro.
Una enorme caracola
plena de cariño y fuego
me empuja para alcanzarte
por veredas sin regreso.
Espejitos en el aire
me reflejan tu silencio.
Mis manos flotan vacías,
se rebelan y me pierdo.
El ahogo de mi pena
estremece mi garganta,
mi voz muda no te clama
y el recuerdo de tu risa
hace palpitar mi alma
y mis sentidos se elevan
siguiendo tu fría escalada.
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